Más de la mitad de la población del mundo está usando nuevas tecnologías, y transformando su entorno gracias al potencial que estas tienen para cambiar sus vidas. Esto lleva a la necesidad habilidades para hacer un mejor uso de esta en la vida diaria; para poder adaptarla a nuestras actividades cotidianas; y para, a partir de su uso y aprovechamiento, resolver problemas locales y globales, innovar y desarrollar nuevas oportunidades económicas que mejoren la calidad de vida de las personas.
Si bien es cierto que la alfabetización tradicional sigue siendo relevante, también es cierto que esta está cada vez más lejos de desarrollar las habilidades que demandan los nuevos trabajos y sociedades. De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para el año 2030, el 80% de los puestos de trabajo con mayor demanda desaparecerán y serán sustituidos por empleos que aún no existen. Aunado a esto, el más reciente estudio sobre el futuro del trabajo de la OCDE, reveló que seis de cada diez trabajadores carecen de habilidades básicas sobre el uso de la tecnología, lo que llevará a que “los cambios en el empleo afectarán algunos trabajadores más que a otros, en particular a los jóvenes con niveles de educación más bajos y a las mujeres que tienen menos probabilidades de estar subempleadas y trabajar en empleos de baja remuneración.
Esta dinámica de cambios tan vertiginosos requiere del desarrollo de enfoques formativos que nos permitan “aprender a aprender”, pues el aprendizaje a lo largo de la vida es indispensable. Así pues, la alfabetización digital no debe ser entendida sólo como la habilidad del manejo de un dispositivo electrónico, sino también como la habilidad para comunicarse y colaborar con la tecnología, el desarrollo de un pensamiento crítico y creativo que permita filtrar la gran cantidad de información que se genera diariamente, la habilidad de administrar el tiempo frente a la pantalla de un dispositivo, los videojuegos o las redes sociales. También requiere de una mayor empatía de lo que se publica de los demás, la seguridad de la identidad en la red, la huella digital, entre otros.
Si bien cada una de estas habilidades digitales y blandas merecen un artículo por sí mismo, en éste nos enfocaremos sólo en las habilidades que se requieren para entender, además de los beneficios, los riesgos que las nuevas tecnologías pueden generar sobre los individuos. El conocimiento entre niños, niñas y jóvenes acerca del uso seguro, responsable y ético de las TIC con conectividad cobra especial relevancia ante la gran propensión de estos para adoptar las nuevas tecnologías. De acuerdo a datos recientes del INEGI, del total de usuarios de Internet en México, 5.0% de niñas y 5.1% de niños en México entre 7 y 11 años usan la red; mientras que 8.2% de mujeres y 8.2% de hombres entre 12 y 17 años de edad lo hacen. Estas cifras se incrementan a 8.9% en hombres y 8.6% en mujeres de entre 18 y 24 años de edad. Bajo este contexto, la Ciudadanía Digital entendida como la “habilidad para participar efectivamente en las comunidades en línea”, o bien, como el “aprovechamiento de las TIC, Internet y redes sociales de manera ética, segura, responsable y activa”, toma gran importancia.
Lograr esta habilidad digital no es una tarea sencilla, pues no existen políticas públicas nacionales que la promuevan. En México no se han logrado acuerdos, entre la(s) instituciones públicas, empresas, organismos internacionales o entre aquellos involucrados en el tema. Esto es porque no se tiene claro a quién le corresponde tan importante tarea. Al no haber un marco de referencia nacional, se han hecho muchos contenidos educativos sobre la materia. Sin embargo, algunos tienen un tono más negativo que otros o se limitan a dar asesoría para restringir las páginas que tienen contenido con pornografía; tampoco se cuenta con indicadores que realmente midan el nivel de vulnerabilidad en el que se encuentren los niños, niñas y jóvenes al usar el Internet; y no existe un plan de trabajo que permita abordar la problemática. Esta falta de política pública deja un espacio para la violencia, el acoso y el abuso en los menores, el exceso de uso de un dispositivo, el robo de identidad, estafas, redes de pornografía, trata de personas, entre otros problemas.
Por otro lado, a nivel internacional se cuenta con esfuerzos como el Marco Europeo de Competencias Digitales para la Ciudadanía (DigComp), el de la Asociación para el siglo XXI Aprendizaje (P21), el de la UNESCO, y otros más que abordan las habilidades, el conocimiento y la experiencia que los estudiantes deben dominar para tener éxito en el trabajo y la vida. Uno de los marcos que se enfoca específicamente en Ciudadanía Digital es el de Digital Intelligence Quotient (DQ), generado por una organización Coreana. Este se basa en la investigación de diversos marcos internacionales y concluye que son 8 las habilidades críticas que forman parte de la ciudadanía digital: identidad del ciudadano global, manejo del tiempo en pantalla; manejo del ciberacoso (cyberbullying), manejo de la ciberseguridad, manejo de la privacidad, pensamiento crítico, manejo de la huella digital y empatía digital.
El ritmo del desarrollo tecnológico va un paso tan acelerado, que muy probablemente, en un futuro cercano estas habilidades requerirán de una actualización, mientras esto sucede debemos de concientizar sobre la gran necesidad de que la transformación digital sin una alfabetización conlleva a riesgos para la población.