En los últimos años se generó una nueva revolución que, una vez más, transformó a la sociedad a partir del avance de la tecnología. El mejor ejemplo de ello lo ofreció el difícil escenario planteado durante la emergencia del COVID: se aceleró la digitalización en los modelos de negocio, consumo y producción, generando un impacto directo en la configuración de las diferentes verticales de la industria y la producción a nivel global. Estamos atravesando cambios radicales en materia de conectividad y desarrollo de nuevos servicios propios, y facilitando los de terceros.
Y para que ello ocurra, en el caso de Argentina, la industria TIC realizó altas inversiones, superiores a los 20 mil millones de dólares para ofrecer los servicios que hoy sientan las bases para la competitividad que el país necesita para volver a ser líder en la región. Solamente Telecom invirtió más de 5 mil millones de dólares en los últimos cinco años y tenemos previsto mantener el ritmo de inversiones en infraestructura para el país.
No hay dudas que el futuro muestra un mundo conectado y que el contenido es la puerta de acceso de los usuarios a la tecnología, a través de múltiples dispositivos y pantallas. Miles de empresas grandes y pymes en todo el continente operan todos los días con el foco puesto en modernizar la infraestructura existente o avanzar con el despliegue tecnológico. A esto se suma la adopción del mundo digital en la administración pública, dando lugar a gestiones de gobierno más eficientes y vínculos más fuertes con los ciudadanos.
Es una industria potente, que genera empleos de alta calificación, que puede atraer divisas, siempre escasas en nuestro país y que es al mismo tiempo una plataforma de desarrollo para otras industrias tanto productivas como de servicios. Este desafío atraviesa a toda la industria y desde Telecom lo acompañamos desde nuestra propia evolución tecnológica.
Las redes 4G y 4.5G aún tienen mucho que ofrecer para conectar a los argentinos, son la puerta de acceso a internet móvil en todo el país y generan oportunidades no solo para las personas, sino también para la economía digital y el ecommerce. No obstante, Argentina debe seguir apostando a la innovación para hacer crecer el ecosistema de plataformas y redes, impulsando la evolución de la industria para ofrecer a los argentinos la última tecnología en conectividad móvil.
5G implicará un cambio exponencial, el pilar de la transformación digital de las industrias y un factor de competitividad de la economía de los países. Para alcanzarlo es fundamental seguir articulando acciones conjuntas y coordinadas entre todos los actores. El Estado tiene un rol central para crear las condiciones y los incentivos para que los operadores podamos acelerar nuestros despliegues y llegar a todos los rincones del país En materia de conectividad debe cumplir un rol suplementario de la inversión privada, en particular en zonas remotas y de difícil acceso.
Para eso, los acuerdos público-privados serán cada vez más necesario, así como contar con marcos normativos modernos, que abracen la innovación y las nuevas tecnologías, sin un foco recaudatorio y que agilicen el despliegue de infraestructura.
En este contexto resulta oportuno aprender de las experiencias regionales exitosas en sus resultados, pero también porque son modelo de procedimientos virtuosos: basta mencionar la subasta de espectro con fines no recaudatorios de Brasil. Aunque no es el único ejemplo de articulación público-privada que busca beneficiar a la industria en lugar de someterla a normativas abusivas. El actual debate sobre reforma tributaria que se está llevando adelante en Ecuador, o sobre el uso trazable de los fondos de servicio universal para acelerar la conectividad, también demuestran que los incentivos a la industria generan un impacto positivo para el usuario final de los servicios TIC, dado que aceleran el despliegue de las redes para ampliar la cobertura o reducen barreras de entrada para adquirir nuevos servicios.
A los requerimientos tecnológicos, inversión e infraestructura, se suma la necesidad de una estrategia de crecimiento de la economía de mediano y largo plazo que sea sustentable e incorpore como una pieza fundamental a las empresas TIC y a la economía del conocimiento como un verdadero y potente motor de la inclusión social y del desarrollo nacional.