Angel Melguizo
VP Asuntos Externos y Regulatorios, AT&T DirecTV Latin America

Hacia Latinoamérica 4.0: conectividad, habilidades y buena regulación

Latinoamérica se está conformando en uno de los mercados digitales más prometedores de mundo. Es cierto que el crecimiento económico del promedio de la región no es boyante, al registrar un 2,1% en América Latina y el Caribe en los últimos cinco años según el FMI. Pero la región muestra fundamentos sólidos, ejemplificados por los 4 de cada 10 latinoamericanos forman parte de la clase media consolidada (según el Banco Mundial). Ello, y la juventud de la población explican que cada vez más sectores de la sociedad latinoamericana utilicen la tecnología todos los días, de manera intensiva.

Sin duda, la región enfrenta aun desafíos. El crecimiento de la productividad ha sido modesto, perdiendo terreno no solo ante las economías emergentes asiáticas, sino también frente a las de altos ingresos. Tras esta evolución, se encuentra una inserción de las nuevas tecnologías al aparato productivo modesta. Además, segmentos amplios de la población todavía permanecen en situación de pobreza o de vulnerabilidad. En segundo lugar, existe una brecha de confianza entre la sociedad y las instituciones. Hoy solo 3 de cada 10 ciudadanos confían en las instituciones, según Latinobarometro. En tercer lugar, la economía informal sigue estando muy extendida, afectando a casi 5 de cada 10 trabajadores latinoamericanos, incluyendo a la mencionada clase media. Reducir la prevalencia de la economía informal es un elemento clave para reducir la desigualdad en Latinoamerica, y también para reactivar la productividad.

Una inversión decidida en digitalización y formación, junto con una mejor regulación, con prioridad para que Latinoamérica venza estos desafíos, como han mostrado investigaciones recientes de la OCDE. Los ciudadanos y las empresas con acceso al mundo digital tienen más oportunidades. Las nuevas tecnologías también son clave para la lucha contra la corrupción y reconectar a los latinoamericanos con sus instituciones. En definitiva, la transformación digital impacta en las empresas, en los gobiernos y en las personas. Es y será protagonista del cambio: modificará la manera en que trabajamos, en cómo las compañías desarrollan sus productos y cómo el Estado brinda servicios a los ciudadanos. Sin embargo, la gran mayoría de hogares siguen desconectados. Y aquellos conectados disponen de una velocidad alrededor de cinco veces inferior a los de los líderes mundiales. Es más, si no se cierra esta brecha digital, que en parte refleja brechas socioeconómicas, las desigualdades aumentarán.

Para que la economía digital tenga el impacto social al que todos aspiramos es esencial trabajar para cerrar también la brecha educativa. Cuatro de cada 10 empresas en Latinoamérica afirman tener dificultades para encontrar empleados con las habilidades adecuadas según Manpower, triste liderazgo en esta estadística en el mundo desde hace años. Las habilidades blandas – la inteligencia emocional, el pensamiento crítico y la capacidad/habilidad para la comunicación – se erigen como esenciales, también en el mundo digital.

La regulación debe ser el tercer pilar en el camino. En este marco, es importante comprender que, tanto las necesidades y preferencias de los consumidores, como la privacidad de los clientes y la seguridad de sus datos deben ser prioridad; y que para respaldar estos objetivos se requerirá, entonces, la colaboración de todas las partes que participan en este ecosistema. Sobre esta base, la regulación debe avanzar con tres principios: favorecer la competencia en todo el ecosistema digital para dar servicios asequibles a una mayor calidad, promoviendo iniciativas de autorregulación; innovar de manera que se aprenda del funcionamiento de los mercados digitales, evitando reproducir institucionalidades ni regulaciones de sectores tradicionales; e impulsar un enfoque regional – latinoamericana o internacional – reflejo de la propia naturaleza de la economía digital. Todo ello no responde sino al principio básico de regular pensando en el consumidor y en sus preferencias.

Los gobiernos no pueden hacer este esfuerzo solos, y por ello es vital que encuentren socios en el sector privado para impulsar conectividad y habilidades. Hace una década, DirecTV/AT&T lanzó como iniciativa corporativa en América Latina ESCUELA+, un programa educativo que brinda contenido multimedia mayormente en escuelas rurales de la región. En los nueve países que funciona, el programa llega a 9.300 escuelas, y aproximadamente 2.3 millones de alumnos. En pocas áreas se observa con tanta claridad el triángulo virtuoso entre tecnología, igualdad de oportunidades y productividad.

En resumen, hay razones para ser optimistas en cuanto al potencial de Latinoamérica como mercado digital. Vemos una sociedad joven y vibrante, un ecosistema empresarial dinámico y unas instituciones comprometidas con el cambio tecnológico y digital. Estos elementos, junto con el impulso que representaría la modernización de la regulación del sector TIC y los proyectos de desarrollo productivo con un fuerte componente de digitalización y educación son sólidos pilares para una Latinoamerica 4.0, una región en donde la transformación digital se traduzca en mayores ingresos y mejores vidas para todos.