Como ha quedado en evidencia sobre todo a partir de la crisis desatada por la pandemia del COVID-19, América Latina y el Caribe es una región que mantienen una serie de retos y desafíos estructurales, sobre los cuales necesita actuar para avanzar hacia un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible. Algunos de estos desafíos más relevantes son los altos niveles de pobreza y desigualdad y los bajos niveles de productividad, los que se relacionan entre sí y se vinculan con una estructura productiva heterogénea, poco diversificada y con escasa capacidad de innovación, con sociedades fragmentadas con altos niveles de informalidad, y con importantes dificultades para acceder a los servicios básicos.
En un mundo en el que los avances tecnológicos han registrado una marcada aceleración, para impulsar el desarrollo económico y social, es cada vez más relevante reasignar los recursos hacia actividades intensivas en innovación y conocimiento, así como diversificarse hacia los sectores en los que la demanda interna y externa estén creciendo rápidamente. Hoy hay menos espacios para una competencia basada únicamente en ventajas comparativas estáticas, como la abundancia de recursos naturales o de mano de obra poco calificada; y la obtención de mejoras en el ámbito de la inclusión, la igualdad y la productividad está asociada a la acumulación de nuevas capacidades.
Es innegable que la revolución digital engloba grandes disrupciones que podrían promover una mayor inclusión e igualdad, así como la diversificación de la estructura productiva y el crecimiento sostenible de la productividad en la región. La digitalización afecta a todos los sectores de la economía y la sociedad, agregando valor a lo largo de la cadena de producción, pero la magnitud del cambio dependerá de factores complementarios como las habilidades y la infraestructura.
Si bien es cierto que las posibilidades y espacios para avanzar hacia un cambio estructural progresivo e inclusivo se han incrementado con estas tecnologías, esto no es así para todos los países o sectores de actividad, y de hecho puede incluso constituirse en una fuente adicional de segregación social y productiva, si no se cuenta con la infraestructura y las capacidades básicas para poder hacer un uso apropiado y efectivos de las mismas. El éxito en el aprovechamiento de la revolución digital depende cada vez más de cómo las economías, los sectores productivos, las instituciones y las sociedades se posicionan para absorber y adaptar estas tecnologías.
En este sentido, las habilidades digitales se han convertido en factores críticos para las empresas y la fuerza laboral, como demuestra el cambio generalizado hacia interacciones digitales como el trabajo remoto, el comercio en línea y la colaboración virtual. Si bien es cierto que estas transformaciones están produciendo muchos beneficios —como una mayor flexibilidad para los trabajadores y la eliminación de la barrera geográfica para contratar nuevos talentos—, también pueden repercutir negativamente en el mercado laboral, ampliando la brecha de habilidades, sobre todo en el caso de los países en desarrollo, y en estos países, en el de las personas más vulnerables.
En términos amplios, las habilidades digitales se definen como el conjunto de destrezas necesarias para utilizar dispositivos digitales, aplicaciones de comunicación y redes para acceder a información y administrarla, así como aquellas que contribuyan a potenciar el desarrollo de la transformación digital, desde la búsqueda básica en línea y el envío de correos electrónicos hasta la programación y las tareas más especializadas. Desde hace años, y especialmente en los últimos meses, estas habilidades han demostrado ser esenciales para que las personas puedan comunicarse, colaborar, desarrollar y compartir contenido digital, así como resolver problemas en el ámbito productivo, laboral y comercial, en cualquier momento y lugar. Las habilidades digitales se pueden dividir en tres grandes categorías: básicas, genéricas o intermedias y avanzadas o de nivel superior.
- Habilidades digitales básicas: son destrezas relativamente sencillas que permiten a los usuarios acceder a operaciones básicas del ámbito de las tecnologías digitales y ejecutarlas. Estas habilidades están relacionadas con la operación de los dispositivos y abarcan desde la utilización de teclados y pantallas táctiles hasta la conexión a Internet, la configuración de cuentas y perfiles, y el acceso a información y recursos.
- Habilidades digitales genéricas o intermedias: son destrezas que implican el uso significativo de las tecnologías digitales. Existen diversos marcos analíticos, en los que es posible destacar cinco áreas de competencias digitales genéricas, que se encuentran presentes en todos ellos y están asociadas a: i) alfabetización digital y gestión de información; ii) comunicación y colaboración digital; iii) creación de contenido digital; iv) seguridad y privacidad digital, y v) gestión y conocimiento de derechos digitales.
- Habilidades digitales avanzadas o de nivel superior: son destrezas específicas con las que cuentan los profesionales especializados en TIC. Entre estas habilidades se incluyen, principalmente, el dominio de lenguajes de programación, el análisis de datos, las habilidades de procesamiento y modelado, el manejo de grandes bases de datos, el desarrollo de software y la capacidad para programar o desarrollar aplicaciones y gestionar redes.
Además de las habilidades técnicas descritas, existe otro grupo de destrezas tradicionalmente relacionadas con el mundo académico y formativo, que se están volviendo cada vez más relevantes en otros entornos en que es necesario desarrollar capacidades digitales: las denominadas “habilidades del siglo XXI”. Estas incluyen áreas como la comunicación, la colaboración y el pensamiento crítico, así como la resolución de problemas, la creatividad, la innovación y el espíritu emprendedor.
Con respecto a la situación en materia de habilidades digitales de América Latina y el Caribe, algunos antecedentes disponibles permiten hacer un diagnóstico estilizado, aunque no exhaustivo, de la situación de los países de la región. Un primer elemento que destaca es el rezago en el desarrollo de habilidades digitales en los países de la región respecto de otras economías del mundo (véase gráfico siguiente). En 2020, cerca del 30% de la población adulta de más de 15 años de América Latina y el Caribe contaba con habilidades digitales básicas, porcentaje muy inferior al observado en los países desarrollados, donde se alcanzaban valores de en torno al 80%. Similar situación se observa respecto de las habilidades digitales intermedias (el trabajo con hojas de cálculo, la creación de presentaciones electrónicas o la instalación y configuración de software y aplicaciones) en donde en los países de la región menos del 20% de la población adulta hace uso de estas herramientas, mientras que en las economías avanzadas el porcentaje alcanza a más del 60%. Con respecto de las habilidades digitales avanzadas, las diferencias no parecen ser tan significativas entre los países de América Latina y el Caribe y el grupo de economías avanzadas considerado; situación que podría tener relación con el hecho de que los países de la región también cuentan con un sector dedicado al desarrollo de soluciones digitales, quizás pequeño, pero prometedor y competitivo a nivel mundial.
Fuente: Un camino digital para el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe, CEPAL (2022).
Este panorama general plantea la necesidad de tomar acciones concretas con miras a contar con más y mejores habilidades digitales, no solo en el presente, sino con vistas al futuro. Las habilidades, y en particular las habilidades digitales, están sometidas a un proceso de cambio permanente, ya que deben adaptarse rápidamente a las necesidades de la acelerada transformación tecnológica. Con esta dinámica, van surgiendo nuevas y más complejas habilidades, vinculadas con sectores productivos específicos y con diversas áreas del desarrollo. En la actualidad, no es suficiente conocer el grado de preparación de las personas, particularmente en lo referente a las habilidades digitales avanzadas, para determinar las capacidades necesarias para el desarrollo del sector de las TIC. Es necesario determinar el tipo específico de habilidades, como las necesarias para el desarrollo de la inteligencia artificial, la Industria 4.0 o las asociadas a la industria de la salud, entre muchas otras. De estas habilidades específicas dependerán las posibilidades de avanzar en el proceso de transformación productiva y social necesario para los países de la región.
Para alcanzar un elevado nivel de alfabetización digital, es preciso eliminar, o al menos reducir, las brechas, principalmente en el ámbito de las habilidades básicas, entre los diferentes segmentos de la población. Las medidas necesarias, ya sean políticas públicas, iniciativas del sector privado o medidas público-privadas, deberían focalizarse en grupos específicos, como mujeres, personas mayores, niños y adolescentes o población vulnerable. Para ello sería conveniente coordinar acciones con fundaciones u otras instituciones, como cámaras empresariales y sectoriales, a fin de potenciar el alcance de las iniciativas y llegar a un mayor número de personas.
Por otra parte, en el ámbito laboral, para poder avanzar en la adopción de las tecnologías digitales se debería potenciar sobre todo la generación y el fortalecimiento de habilidades digitales intermedias, a través de la implementación de planes de formación técnica en competencias digitales. Estas acciones deberían orientarse principalmente a las microempresas y pequeñas y medianas empresas (mipymes) y los trabajadores independientes, para su readecuación y perfeccionamiento, de forma de estimular y posibilitar una mejor inclusión en el mercado laboral.
Por último, para potenciar el desarrollo de las habilidades digitales más avanzadas, es esencial mejorar la calidad de la educación mediante la incorporación de las ciencias de la computación en los planes de estudio escolares y promover un plan de estímulo para incrementar la cantidad de profesionales en disciplinas STEM y otros ámbitos, que respondan a las demandas del mercado laboral, con una perspectiva de género. Asimismo, es importante impulsar la oferta de cursos de formación, cortos y largos, en ámbitos relacionados con las nuevas tecnologías, como inteligencia artificial, Internet de las cosas, robótica y análisis de macrodatos, entre otros.