En 1851 fue tendida la primera red de telecomunicaciones en México: 180 km de alambres de hierro sostenidos con postes de madera que comunicaron a la Ciudad de México con la población de Nopalucan, en Puebla, a través de una red de telégrafos[1]. 171 años después, operadores móviles comienzan con la transición a las redes de quinta generación (5G) tanto en México como en el continente, reflejo de los notables avances de los últimos años.
Por mencionar algunos, desde la creación del IFT en 2013: la participación en telecomunicaciones y radiodifusión en el PIB nacional pasó de 1.6% en promedio a 3.3% a diciembre de 2021; México fue el primer país de América Latina en migrar a la Televisión Digital Terrestre; el espectro asignado a servicios móviles ha crecido más de tres veces; también se triplicó la penetración de Banda Ancha Móvil, acompañada de mayor inversión privada que asciende a más de 700 mil millones de pesos, de la cual 74% fue en infraestructura.[2]
Así, hoy hablamos de la Cuarta Revolución Industrial (4RI), en la que las redes 5G, la inteligencia artificial y el Internet de las Cosas, son protagonistas en un mundo hiperconectado que genera grandes cantidades de datos e información que, en su conjunto, están impactando profundamente múltiples ramas de la economía, así como todo tipo de esferas sociales.
No cabe duda, las telecomunicaciones distan mucho de lo que eran en sus inicios debido, en gran medida, a su carácter disruptivo e impacto transversal en todo tipo de ámbitos. Un caso por destacar son las cámaras microscópicas conectadas a una red 5G que se introducen en los cuerpos de personas, con el propósito de proveer video en tiempo real para que los pacientes puedan ser diagnosticados y tratados por un especialista situado en un lugar remoto[3].
Estamos siendo testigos de un cambio de paradigma impulsado desde lo digital, en el que, como humanidad, experimentaremos constantes y acelerados cambios, lo cual nos exige una importante capacidad de adaptación, tanto en el plano individual como en el colectivo y el sector de las telecomunicaciones no está exento. Por el contrario, de la mano con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), desempeña un rol esencial para los cambios que supone la 4RI, inclusive es, en sí mismo, un motor de cambio.
En este sentido, se observan nuevas dinámicas en el desarrollo del sector, por ejemplo: un entorno digital que tiende cada vez en mayor grado hacia la convergencia, tanto de servicios como entre el plano físico y el virtual. Bajo esa lógica, las grandes empresas de tecnología se encuentran desarrollando soluciones de conectividad e inclusive invirtiendo en la promoción de sus propias redes. Por su parte, los operadores de telecomunicaciones también se replantean su papel en este nuevo campo de juego digital, de cara a las dudas existentes sobre la sostenibilidad financiera de su modelo de negocios, ante lo cual se observa una posible tendencia hacia la venta de sus torres, fibra y espectro, así como el surgimiento de modelos de negocio basados en la provisión de infraestructura como un servicio (Infrastructure as a Service).
Es innegable que los tiempos que corren se caracterizan por el cambio sin cesar; sin embargo, la constante que nos debe seguir guiando en el camino hacia la evolución y adecuado desarrollo del sector, es la misión que todos los que participamos en el ecosistema digital compartimos: que el Bienestar Digital sea una realidad al servicio y en beneficio de las y los latinoamericanos, ya que, como alguna vez bien señaló Henry Ford “El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos”.
[3] Análisis del impacto de la tecnología 5G en la industria y la sociedad. José Luis Cuevas Ruíz, Investigador del Centro de Estudios del IFT (diciembre, 2021).