Carolina Aguerre
CETYS – Universidad de San Andrés

Enmarcando el debate de la participación de las mujeres en la tecnología

Son las cinco de la tarde en una plaza en cualquier ciudad de latinoamericana. En los juegos infantiles corren niños y niñas. A su alrededor, hay muchas mujeres: las madres, las cuidadoras, las vecinas, tías y abuelas. A esa misma hora, en una oficina de desarrollo informático de la misma ciudad latinoamericana hay computadoras, teléfonos, cámaras y pantallas. También hay algunas mujeres (muy jóvenes o por arriba de los 50), pero hay muchos, muchos, más hombres. Esta imagen se repite y no parece contradecir ningún sentido común, así como ninguna de las estadísticas más recientes en torno al tema.

En las regiones que comprenden el “mundo occidental” desde hace casi veinte años se ha producido una caída significativa en la participación de las mujeres en carreras científicas y tecnológicas, tanto en el sector privado como en el mundo académico. Esto constituye una gran contradicción, justamente cuando la expansión de Internet y las tecnologías digitales atraviesan cada vez más sectores productivos y sociales. Las mujeres son uno de los grupos que más posibilidades tienen, tanto de ganar como de perder, en este nuevo escenario. En lo que respecta al aumento de sus posibilidades, esto se debe a que muchas de estas tecnologías y procesos permitirían generar nuevas oportunidades en sectores productivos como los servicios¹, a la vez que las habilidades vinculadas con los aspectos socio-emotivos tendrán más valor en sociedad mediatizada por procesos tecnológicos (OCDE, 2016). Pero también existen amenazas concretas que enfrentan las mujeres en este nuevo escenario, fundamentalmente por causas heredadas de la revolución digital – aun en plena fase de expansión en la región de América Latina.

No podemos tampoco referirnos a la participación de las mujeres y la tecnología sin encuadrar este problema en la llamada feminización de la pobreza, uno de los principales problemas sociales de la región. Si bien este es un fenómeno multicausal, el hecho de que la primera causa de abandono escolar en la región de América Latina y el Caribe (ONU, 2017) sea el cuidado de los niños debido a un embarazo en la adolescencia o el cuidado de otros niños destaca que hay una participación insuficiente de las mujeres en los empleos remunerados de la economía.

En América Latina, las mujeres que alcanzan un mayor nivel educativo prefieren generalmente profesiones y especializaciones culturalmente asociadas a su género, como la docencia, el servicio social y las áreas de salud, mientras los hombres eligen las áreas tecnológicas y de ingenierías. Según un estudio de la Fundación Sadosky de Argentina en 2013 por el que se encuestó a estudiantes de segundo y quinto años de escuelas secundarias de gestión, en Argentina las mujeres representan tan sólo un 18% de los estudiantes de informática, lo que genera una inequidad profunda en la distribución del ingreso y del capital intelectual acumulado en la profesión. A lo largo de los años, la falta de mujeres en esta carrera universitaria se ha ido profundizando, como lo corroboran estudios recientes tanto en Argentina como en la región donde en promedio ocupan un 20% de la matrícula de las carreras universitarias vinculadas a disciplinas en tecnología.

Las tecnologías no son ajenas a las construcciones sociales, y desde su diseño conllevan relaciones de poder e inequidad, producto de las diferencias de género como señala UNESCO Niñas y mujeres de América Latina en el mapa tecnológico: una mirada de género en el marco de políticas públicas de inclusión digital en su informe de 2015. Dado que las TIC son diseñadas y creadas en entornos dominados por valores que tienden a favorecer a varones, las necesidades y demandas de las mujeres se encuentran en segundo plano. Distintas investigaciones concluyen que la brecha digital de género es el reflejo de brechas de género sociales: la posición que ocupan las mujeres en la sociedad respecto de los hombres en cuanto a estrato socioeconómico, nivel de educación, empleo y ubicación geográfica, entre otros, tiene un impacto en el acceso y uso de que hacen de las TIC.

Para lograr la equidad de género en forma efectiva en el ambiente de trabajo remunerado y en particular en las TIC, no basta con que una mayor cantidad de mujeres acceda a las tecnologías. Es necesario además garantizar una presencia efectiva en el diseño de los espacios que moldean a la sociedad de información, empezando por las políticas públicas que permitan permear en las construcciones individuales que hacen tanto hombres como mujeres en las que se perpetúa un “sentido de la realidad” atravesado por relaciones de inequidad y poder. Para modificar las imágenes en la plaza y en la oficina mencionadas al principio, se hace necesario intervenir con firmeza y coherencia en distintos planos, que no incluyen únicamente a los estados, sino al entramado de actores e instituciones involucrados, para ayudar a construir una imagen alternativa a la de la plaza, en la que hay días que ciertas mujeres acuden a la misma y otros que trabajan en esa oficina de hombres, porque no son proyectos incompatibles.

¹ EMM, 2016. Un desafío cercano: la robotización del trabajo. http://www.um.edu.uy/noticias/64145-un-desafio-cercano-la-robotizacion-del-trabajo/