Esta claro que la responsabilidad de conducir nuestra región a una transformación digital que nos permita gozar de los beneficios profundos de la 4ta revolución industrial es una tarea compartida, una tarea de todos; y además es una tarea que nos urge, que no puede esperar más. La historia nos ha enseñado repetidas veces lo drástico que pueden ser los impactos sociales y económicos debido a las transformaciones e incrementos súbitos de productividad, las bien conocidas revoluciones industriales; así como también, el altísimo precio que se paga si las sociedades y economías no se suben al tren oportunamente.
Apremia entonces encontrar acuerdos y consensos que nos permitan acelerar este proceso. Tratar de imaginar una agenda para este motivo conlleva la necesidad de trabajar en todos los ámbitos al mismo tiempo, salir de la trampa sobre cuál es primero el huevo o la gallina y establecer para cada uno de los actores, tareas críticas indispensables para evolucionar en la transformación digital de nuestros países y región.
Es claro que uno de los elementos fundamentales de este proceso, es la urgente necesidad que tienen nuestros paises de conectarse, penetrar el servicio de transmisión de datos tanto en cobertura como en accesibilidad de usuarios y empresas a mejoras tecnológicas; en resumidas cuentas, construir nuestras carreteras digitales y construirlas pronto. Esta es la base, el fundamento indispensable sobre el que descansará toda la arquitectura de la transformación que se viene. Si esto no sucede, queda claro que la evolución digital que pretendemos sucederá más lentamente, con dificultades para generar la escala necesaria y peor aún, de forma inequitativa para la sociedad; ¿no es esto ya un nuevo indicador de exclusión social?
La infraestructura base, estas carreteras digitales, que seguramente todos los actores estamos de acuerdo en construir, han sufrido retrasos en muchos países de nuestra región y es ahí donde debemos apuntar los primeros cañones. Favorecer el despliegue de las redes de comunicaciones tiene que ser una política de estado, seguimos teniendo debates interminables sobre el acceso a elementos esenciales de infraestructura, principalmente el espectro electromagnético y postes, para llevar el servicio de forma eficiente a los usuarios, un acceso competitivo y equitativo para quienes construyen las redes de telecomunicaciones.
Creo definitivamente que el permanente debate sobre las condiciones necesarias y obligaciones para la otorgación de espectro es hoy obsoleto, es una trampa que no nos permite avanzar hacia lo que todos buscamos, construir más redes e incrementar la penetración de los servicios en los usuarios. Esta discusión nos desenfoca de lo esencial, y es que con cada minuto que postergamos su despliegue se multiplica enormemente el costo de oportunidad para el desarrollo de nuestras economías y peor aún, mantenemos rehenes a nuestras sociedades, dificultándole dar el siguiente paso hacia la transformación digital.
Esta en nuestro ADN construir redes de telecomunicaciones, y como tal, a pesar de las dificultades encontradas, de las ambigüedades de ciertas normativas, se han maximizado los esfuerzos necesarios para tratar de proveer el mejor servicio a nuestros usuarios. Sabemos también que con mejores condiciones de espectro o de acceso a postes, las inversiones hubiesen sido más eficientes y en consecuencia nuestra velocidad en el despliegue de redes o de introducción de nuevas tecnologías serían mejores y más beneficiosos para nuestra sociedad.
Sin embargo, seguimos teniendo algunas disonancias en las determinaciones de política pública, queremos que la gente pueda usar el servicio, que las empresas puedan sacar provecho de las ganancias de productividad que están sucediendo en muchas partes del mundo (Big Data, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, etc.), pero nuestros procesos burocráticos unas veces, dar lugar a artilugios legales en otras ocasiones o las determinaciones tributarias sobre el servicio o el equipamiento necesario para el acceso al servicio, entre otros, desaceleran el potencial de desarrollo que una política de estado armonizada podría traernos aparejada.
Las definiciones que quedan por delante son muchas y unas dependen de otras: gobierno digital, regulación convergente, esquemas impositivos adecuados a modelos digitales, nuevo paradigma sobre el comercio, el desarrollo de capacidades humanas alineadas al desarrollo de la tecnología, la reconversión de las fuentes laborales actuales son algunos de los temas que también deben ser abordados; pero tienen como factor común el desarrollo, aun pendiente, de la infraestructura de base. Ese es nuestro primer nudo por resolver.
Finalmente, pienso que la dimensión más importante sobre la que debemos tener consenso es que no nos queda más tiempo que perder, el mundo corre y no avanzar es, sin duda, la peor alternativa. La evolución tecnológica es tan rápida que las mismas empresas de tecnología profesan el conocido, fallar rápido, barato y seguir adelante o han desarrollado metodologías agile para trabajar. Una visión aleccionadora sobre como avanza el mundo hoy en día.